Apenas habían pasado unos treinta minutos del final del partido que le trajo la mayor alegría de su vida deportiva. Y desde el mismo césped del Maracaná, con el celular en mano, se comunicó a su casa en las afueras de Rosario.
«¡Thiagui! ¡Mateo! Dónde están? ¡Ciro! ¡Mirá, mirá!», gritaba Lionel Messi (34), mostrándole a sus hijos la medalla dorada que colgaba de su pecho. Del otro lado de la línea, el indiscreto micrófono de la transmisión televisiva captó un «te amo», en la voz de Antonella Roccuzzo, su gran compañera.
Y el capitán argentino no tardó ni un instante en responder: «Yo también mi vida, te amo».
Recién catorce horas después en la pista del aeropuerto rosarino, Antonella (33) y Leo se dieron el beso y el abrazo tan postergado a lo largo de casi dos meses.
Exactamente fueron 49 días los que Messi -al igual que sus compañeros de la selección- estuvo separado de su mujer y sus tres hijos. El 24 de mayo todos los jugadores entraron a una hermética burbuja de la que sólo podían «escapar» en forma virtual. Y es tanto lo que ha sucedido en estos días que cuando Lionel llegó a Ezeiza en vuelo privado, la Copa América se iba a disputar en tierra argentina…
Entre Rosario y Barcelona, una vida juntos
Las crónicas dicen que Antonella y Lionel se conocieron en 1998 en Mar del Plata, no en la ciudad en la que ambos vivían. Es que ella era la prima de Lucas, uno de los mejores amigos del futuro crack, y todos compartieron unas cortas vacaciones en la playa.
Diez años más tarde comenzaron una relación, primero a la distancia, porque Antonella no quería dejar su ciudad, sus amigos y ni su familia. Al año siguiente, en 2009, Messi mencionó por primera vez que tenía novia, sin revelar el nombre. Y en el 2010, apareció la foto juntos.
A partir de allí, la pareja fue creciendo día a día. En el 2011 se instalaron en una casa en Castelldefels, en las afueras de Barcelona. En el 2012 nació Thiago, el hijo mayor; en el 2015, Mateo, en el 2017 se casaron en Rosario -¿en qué otro lugar iba a ser?- y en el 2018 llegó el pequeño Ciro.
Siempre juntos, siempre en familia, los Messi solo se separan «por culpa» de la selección argentina: para los Mundiales, las Copa América, para las Eliminatorias… Es más, el ídolo del Barça debe haber pasado más cumpleaños con Di María o el Kun Aguëro que con sus hijos ya que por lo general, los 24 de junio lo sorprende en una concentración albiceleste.
«Antonella Lo es todo para mí, -contó hace dos años Messi a una revista española-. Tenerla al lado me simplifica muchísimas cosas. Nos conocemos de hace mucho tiempo, me conoce a la perfección. Sabe cómo entrarme en cada momento, especialmente en los malos. Es una persona que prácticamente no tiene días malos, que siempre está de buen humor. Es una compañera espectacular».
49 días separados
Pero esta vez fue muy especial. Desde el 23 de mayo, cuando se despidió en Barcelona de Antonella y los chicos, hasta el reencuentro con su amor este domingo en Rosario pasaron casi 50 días.
Ese abrazo y ese largo beso en la pista del aeropuerto rosarino explicó todo. No solamente las ganas que tenían de reencontrarse sino que nadie como ella sabe cuánto deseaba Messi ganar este título con la selección argentina. Y cuánto deseaba compartirlo con su gente, con sus vecinos, con su ciudad.
Porque en realidad ni Leo ni Antonella jamás se fueron de Rosario, sus corazones siempre se quedaron.
De lo contrario cómo se explica que habiendo vivido 21 de sus 34 años en Barcelona parece que nunca haya dejado la ciudad de los dos Negros, Olmedo y Fontanarrosa. O que Thiago, Mateo y Ciro, catalanes de pura cepa, griten por la selección argentina como el más auténtico piberío rosarino, ese que hoy fue a su casa de las afueras de la ciudad a tocarle el timbre y aclamar al ídolo.
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