Continúa el colapso de muchos hospitales a lo largo y ancho de Brasil. Sucede a medida que la variante del coronavirus, considerada como altamente contagiosa, se extiende por la nación sudamericana. Al mismo tiempo, Bolsonaro opta por tratamientos que no gozan de eficacia y confianza de la comunidad científica, además de no contar con un programa nacional contra el avance del virus.
Mientras la segunda ola del Covid-19 golpea Brasil y se expande la llamada cepa de Manaos, muchos brasileños desafían las restricciones y medidas sanitarias como el uso de mascarilla siguiendo al mandatario, Jair Bolsonaro, quien dijo que la gente tiene que “dejar de ser marica y de lloriquear por el virus”.
Tras las declaraciones del presidente, se esconde una realidad profunda. Sao Paulo, una de las regiones más ricas del país, se encuentra en una situación límite. Ya son 30 los pacientes muertos que estaban esperando una cama en cuidados intensivos. La tasa de ocupación en UCI es mayor al 90% en 15 de las 27 capitales estatales, según el instituto estatal Fiocruz. En Santa Catarina, 419 pacientes esperan ser trasladados a una cama en la unidad de cuidados intensivos.
Otro dato alarmante, es que en el estado de Sao Paulo ya son 53 las ciudades que llegaron al 100% de ocupación de las UCI. En total, el estado cuenta con 105 municipios con camas habilitadas para tratar a pacientes con el coronavirus. De esta forma, los niveles de camas con personas alcanzan el 87,6%, mientras que 1.065 pacientes se encuentran en lista de espera para poder acceder a una hospitalización.
En otra región sureña, Río Grande do Sul cuenta con unidades de terapia intensiva completamente saturadas al estar al 106% de su capacidad. Alexandre Zavascki, médico en la ciudad de Porto Alegre, describió la llegada constante de los infectados a las guardias con problemas para respirar. “Vemos que una buena parte de la población se niega a ver lo que está ocurriendo, se resiste a los hechos. Esas personas pueden ser las próximas en pisar un hospital y querrán camas. Pero no habrá ninguna” declaró a la agencia AP.
Mientras tanto, las respuestas que brinda la administración nacional sobre la pandemia son escasas y en algunos casos poco serias. Bolsonaro gastó millones en fondos para la producción y distribución de pastillas contra la malaria, que demostraron que no tienen ningún beneficio en los pacientes, a pesar de eso, el presidente respaldó el tratamiento y sumó dos fármacos, luego se comprobó que ambos no eran efectivos.
En la misma senda, el gobierno brasileño, recibió a una comitiva llegada de Israel, con la propuesta de evaluar un espray nasal catalogado como milagroso. Dicho producto, no cuenta con alguna evaluación científica de relevancia y menos con el aval de algún organismo de salud internacional. Margareth Dalcolmo, una destacada neumóloga del Instituto Fiocruz, describió la gestión como “realmente patética”.
Funcionarios de la cartera sanitaria de distintos municipios, trabajadores del sector de la salud y parlamentarios acusan al gobierno del líder de extrema derecha, de no actuar debidamente ante la propagación del Covid-19. Desde el Consejo Nacional de Secretarios de Salud, se ha pedido a la administración federal que tome medidas urgentes para restringir la circulación y dar un poco de respiro a la complicada situación en los hospitales.
Este jueves, Brasil informó de 2.207 muertes en solo 24 horas, también por decimotercer día consecutivo se registró un promedio de 1,705 muertes diarias. El actual epicentro de la pandemia cuenta con 273.124 muertes en total y 11.284.269 infectados, con 78.297 nuevos casos registrados en la última jornada.
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