Los talibanes conquistaron Zaranj, primera capital provincial, en el sudoeste, en su ofensiva por conquistar la totalidad de Afganistán, tras el retiro de las tropas de la OTAN.
Zarnaj, principal centro comercial de la provincia de Nimruz, en el confín con Irán, se muestra ahora como una señal de que también las ciudades están en peligro y hasta Kabul, donde fue asesinado el jefe de Comunicaciones del gobierno.
Tras haber tomado los distritos circundantes y haber intentado varias veces el ingreso a la ciudad, los talibanes lo consiguieron «sin combatir», explicó el vicegobernador de la provincia, Roh Gul Khairzad. Mientras otras fuentes locales referían que las tropas regulares, en gran parte, huyeron, «luego de haber perdido la moral, quitándose los uniformes y pasando a Irán». Los talibanes amenazaban desde hace días Zaranj.
«Supliqué apoyo aéreo y el despliegue de las fuerzas especiales, pero desafortunadamente ninguno me escucho», comentó el parlamentario Gul Ahmad Noorzad. La caída de la capital de la provincia marca una significativa escalada en la ofensiva de los talibanes.
En los primeros meses los combates se concentraron en las áreas rurales del país, pero recientemente los insurgentes comenzaron a estrechar el asedio a algunas de las grandes ciudades como Herat, en el oeste (donde se concentraba el contingente italiano) y Lashkar Gah, en el sur.
Zaranj, en particular, garantizará a los talibanes controlar otro tramo de frontera, tras haber conquistado tantos cruces en los confines con Pakistán, Irán, Tajikistán y Turkmenistán: una fuente vital de ingresos, obtenidos de los impuestos.
Los talibanes intensificaron además los ataques en la capital Kabul contra altos funcionarios del gobierno, de hecho para desgastar al presidente Ashraf Ghani y obligarlo a rendirse. La última víctima fue Dawa Khan Menapal, jefe del grupo que supervisaba las operaciones para los medios locales y extranjeros. Asesinado durante las plegarias del viernes.
El vocero de los talibanes, Zabiullah Mujahid, reivindicó el homicidio así como el atentado suicida que el miércoles pasado tomó como blanco la casa del ministro de Defensa, Bismillah Khan (que no se hallaba en el lugar), muriendo 8 civiles y resultando heridos otros 20.
Oficialmente, el intento de homicidio del ministro fue motivado como una respuesta a los raides contra los puestos talibanes efectuados por los gubernamentales con el apoyo de Estados Unidos.
Los ataques aéreos son principalmente intensos en la provincia meridional de Helmand, donde la capital Lashkar Gah está bajo asedio y el ejército está luchando para mantener el control. La guerra desde el cielo no parece detener a los talibanes. Y como si no bastara, los estadounidenses el 31 de agosto completarán su retiro. El general de los marines, Kenneth McKenzie, que supervisa las operaciones, se comprometió a suspender los ataques aéreos en esa fecha.
De esta manera, en esta fase agitada solo un pedido de la enviada ONU para Afganistán, Deborah Lyons, a los talibanes para que frenen las agresiones contra las ciudades. Y también una solicitud al Consejo de Seguridad para que advierta a los rebeldes que «un gobierno impuesto por la fuerza no será reconocido».
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